Meritxell-Anfitrite Álvarez Mongay. Foto: Viajar. 25 de octubre de 2017
La más osada y divertida de las viajeras inglesas fue una antropóloga autodidacta que a finales del XIX se adentró en “la tumba del hombre blanco” para explorar y escribir sobre su apreciada cultura africana.
Aventurarse sola por selvas remotas del África occidental no era lo que se esperaba de una dama victoriana, pero Mary Kingsley (1862-1900) no era como sus coetáneas. Si hasta los 30 apenas había salido de casa era porque debía cuidar de su madre enferma y de su hermano pequeño mientras el padre, que era médico, acompañaba a pacientes cresos en expediciones por el mundo entero. Cuando sus progenitores murieron, calculó que la renta le daba para viajar el resto de su vida (siempre que esta fuera breve y sencilla). Tras visitar en 1892 las Canarias, recorrió el Golfo de Guinea con el fin de estudiar las costumbres indígenas. Se había instruido por su cuenta, leyendo ensayos científicos, etnográficos… y relatos de su admirado Burton…